
Ye’l momentu de garrar a contar hestories como la siguiente recoyida del llibro "Cuentos Celtas"escoyíos por Jorge Fondebrider y Gerardo Gambolini.
Hugh King y los muertos
En la noche de todos los santos , cuando comienza el verano, el otro mundo se hace presente en nuestro mundo. Todos los saben, incluso Hugh King, pero a él le gustaba tanto pescar que cuando se dio cuenta de que las primeras estrellas ya brillaban en el cielo, todavía estaba al borde del arroyo con su caña. Rápidamente guardó todo y se dirigió a su casa. En el camino vio luces y, poco después, una multitud de personas que, con cestas y bolsas, se acercaban en su dirección, cantando y bailando.
-- ¡Qué alegres se los ve! dijo Hugh King a modo de saludo.
-- Es que vamos a la feria - contestó un hombrecillo que llevaba en la cabeza un tricornio adornado con bordes dorados.
-- ¡Anda! Ven con nosotros! - dijo un segundo hombrecillo.
-- ¡Vamos! ¡Llévame la cesta! - ordenó una pelirroja.
Hugh King, sorprendido, no pudo negarse. Así que tomó la cesta y los acompañó a la feria.
Cuando llegaron, el pescador no daba crédito a sus ojos; había tanta gente que podría pensarse que toda Irlanda estaba allí. Todos reían y cantaban, algunos bebían en pequeñas copas o comían a cuatro manos los muchos manjares que se ofrecían, otros bailaban al son de una música de gaitas, había grupos alrededor de los arpistas y cientos de zapateros claveteando afanosos mientas marcaban el ritmo golpeando con sus martillos.
Hugh King, todavía con la pesada cesta bajo el brazo, le echó el ojo a una belleza de largos cabellos que le sonreía, invitándolo a bailar.
Advirtiéndolo, la pelirroja le dijo:
-- Ya puedes dejar la cesta - tomándola en sus brazo, abrió la tapa, de donde salió un duende feo y viejo.
--¡Uf! - dijo el duende desperezándose-: Muchas gracias Hugh King. Me has hecho un gran favor trayéndome hasta aquí y mereces una recompensa por haberme cargado. vamos, extiende las manos con las palmas hacia arriba.
El pescador, lleno de asombro, estiró las manos y el duende se las llenó de monedas de oro.
-- Ahora ve y diviértete- dijo el duende-. No te olvides de beber a mi salud y que nada de lo que veas u oigas te dé miedo.
Justo en ese momento, el viejo duende anunció:
-- Ahí viene el rey Finvara con su esposa la reina.
De inmediato se oyó el sonido de un cuerno que precedió la entrada de un carruaje tirado por cuatro caballos blancos. Cuando se hubieron detenido, del interior del carruaje bajó gravemente un noble caballero todo vestido de negro, acompañado por una dama con un velo de plata.
-- ¿Quién es este hombre? - preguntó el rey señalando de mal modo a Hugh King, que muy asustado no atinó a decir nada. Inmediatamente, todos se echaron a reír del pescador a quien rodearon. Enseguida recomenzó la música y todos se pusieron a bailar.
-- ¿Sabes quiénes son los hombres y mujeres que bailan a tu alrededor? - le preguntó el duende a Hugh King -. Mira bien
El pescador entonces reconoció entre los bailarines a una muchacha que había muerto el año anterior y luego a un sastre a quien habían matado unos ladrones, y a un hombre a quien había arrollado un carro, y uno tras otro los fue reconociendo a todos. Vio así a muchos de sus amigos que, él sabía , ya habían muerto. Notó también que todos estaban ataviados con sudarios.
Presa del terror, Hugh King quiso escapar , pero los muertos los palmeaban y bailaban y reían a su alrededor, burlándose de su miedo. Al fin, vencido por el pánico, se desmayó.
Con las primeras luces del día, despertó tendido sobre una colina, rodeado por un círculo de piedras. pensó que todo había sido un sueño, un mal sueño producido por el sol del día anterior. Pero enseguida vio que sus brazos y sus ropas estaban manchados de tizne allí donde los muertos lo habían tocado. De pronto, recordó la recompensa del duende, pero cuando llevó sus manos a los bolsillos, los encontró vacíos. Ya no había más oro. Todo había desaparecido.
Y Hugh King, sin caña y sin pescado, pero también sin oro, regresó a su casa, sabiendo que los espíritus se habían burlado de él por haber perturbado su festejo en la única noche del año en que los muertos dejan sus tumbas y bailan en las colinas a la luz de la luna, mientras los mortales se quedan en sus casas, sin atreverse a importunarlos.
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